Que vamos a hacer contigo, que vamos a hacer conmigo?
Pobre perra, abandonada tantas veces. Que destino, carajo!
Naciste en un basurero, o al menos allí te encontraron. Sola, no estaba tu madre por allí, ningún hermano tampoco. Así que este fue tu primer abandono. Llena de parásitos, empapada, hambrienta y esperanzada. Pequeñita, tan chiquita que cortamos la parte de abajo de varias medias para ponértelas de abrigo. Tan necesitada, pero tan determinada a ganarte el amor, como fuera.
Nunca desee tenerte. Especifique una y mil veces que no quería mas perros en mi casa. Que al terminar con Yawar Killa ya estaba, no mas animales en casa y mi peruanita termino a mis pies, como siempre.
No te quise nunca, y menos después de que tu “mama” te abandono. A ti, a tu “papa” y a nosotros, sin mirar atrás.
“…no la cojas con la perra, no te equivoques, ella no tiene nada que ver…” me insistían, pero tu seguiste allí, imponiéndote a nosotros, o al menos a mi. “…quien anda por ahí?…” te llamaba en la mañana y tus paticas sonaban y te llevaban corriendo a llenarlo de besos, hasta que yo entraba al cuarto y al verme salías disparada al jardín otra vez.
Lupita, Lope, Loops, Guadalupe y hasta María Guadalupe, la Perra Negra, que yo misma salve de llamarse de otro modo, con un nombre feo que no estaba a tu altura. Cucaracha, se pensó en un momento, y mira que tienes esos movimientos de arrastre furtivo cuando te conviene. Ni siquiera Chiripa, que suena menos malo. Caraota, también.
Por suerte tienes cara de Lupita y Lupita te quedaste.
Que vamos a hacer contigo, Lupita? Es la pregunta silente en la mente de todos.
Que vamos a hacer conmigo, me pregunto yo.
Tu defensor y protector se fue, definitivamente. Tercer abandono. Disfruto mucho de ti y tus travesuras de cachorro pendiente de un hilo al saberse no deseada. Cuando yo abria la puerta hacia el patio, parabas las orejas y venias arrastrándote a saludarme, hasta que oías el Quien esta por ahí? Llegabas antes que yo con su café.
Ya no quería ni verte mas.
Sentia y compartia tu abandono. Ya no entrabas por la mañana a mi cuarto.
Muy pronto nos mudamos de casa y junto a Dai la recorrian como locas, tratando de ubicarse. Donde esta mi comida ahora? El agua, la piscina para mojarme las patas, llenarme barro y entrar a la casa. Donde voy a dormir? Hasta cuando voy a estar aca?
Despues te acostumbraste, dormias en el sofá, aunque tenias una camita, porque no quise dejarte afuera por si ladrabas y molestabas a los vecinos. Llorabas, a la par que yo. Pero sobretodo cuando yo salía de la casa.
Tu “papa” te llamaba para que durmieras en su cuarto o al menos lo acompañaras y consolaras un rato. Te subias a su cama y si yo entraba te bajabas inmediatamente porque sabias que estaba mal. Igual lo hacias. Asi como igual te bajas del sofá disimuladamente cuando escuchas mis pasos por la escalera.
Poquisimas semanas mas tarde, nos alcanzo de nuevo la desgracia.
Cuarto abandono.
Tu desesperación y pánico en tu soledad destrozaron los muebles. Hasta los forros comprados para disimular el desastre de huecos en el cuero, madera y en las telas.
Puedo entenderte, Lupita. Ojala yo hubiera podido hacer lo mismo.
Nunca has sabido controlarte muy bien, aunque eres inteligente y tienes la mirada reencarnada de Trufa. Aun ahora qye tienes tu propio plato de comida y de agua personal, nos gruñes en la mañana, a Dai y a mi, aunque estas moviendo la cola. No me has mostrado los dientes al menos. Gruñes y bufas como un toro. Pero tu mirada dice otra cosa.
Afortunadamente, aunque triplicas en peso y tamaño a la perra rubia, no lo sabes y te acostumbraste a ser la menor y no la alfa. Que suerte.
Que vamos a hacer contigo, Lupita?
Como va a seguir tu vida, perra negra?
Como va a seguir mi vida?