En idiomas dormidos

Porque aprendí hace mucho tiempo a hablar con gente dormida que expresaba miedos y confusiones sin enterarse, ahora puedo dar respuesta, más o menos coherente, a ciertos comentarios que involucran tiempo, espacio y personajes y puedo responder, de manera muy segura, y sedante, con aseveraciones incompatibles, porque yo se cual es la verdad de la duda detrás de la incoherencia.

Nueva normalidad

En un arranque de desesperación, miedo intenso y soledad, Lupita casi destrozó la colcha de alpaca que pongo sobre el sofá para el frío, y digo casi porque le abrió unos agujeros muy extraños, circulares. La convirtió en un queso suizo.
Pensé en tirarla ciertamente, o dársela a ella misma para que recordara su pecado cada noche en que durmiera sobre ella.
Luego decidí cortar alrededor de los agujeros y hacerme de varias franjas que como rompecabezas fui armando y empatando en un quilt muy bizarro.
Uni las bandas con hilos de bordar en colores brillantes, para no disimular lo que sucedió sino para resaltar su sufrimiento al ser maltratada por dientes filosos, patas seguramente empantanadas y su posterior abandono.
Ahora es más pequeña, no es perfectamente rectangular y aún tiene pequeñitos agujeros que solo yo percibo y se dónde están.
‌Pero aún abriga y sigue siendo una colcha, solo que con una vida diferente a la que siempre conoció.
‌ Su nueva normalidad

Yuyos

Soy como una yerba no sembrada, como un yuyo.

Los perros me mordisquean para purgarse, me orinan, caminan pero también descansan sobre mi.

El Sol me quema a veces, casi hasta matarme, pero cualquier gota de agua hace que reviva.

Las lluvias me inundan y empantanan, me ahogan, pero yo sigo allí, a veces imperceptible.

Si me arrancas y pones en agua caliente quizás pueda ayudar a tu dolor de estómago. Eso soy, un yuyo.

A veces lanzo una flor tímida, silvestre, y algunas almas más simples las usan como parte de su corona y adorno. Así somos los yuyos.