10/10/10

Era un día muy extraño, las emociones tomaban turnos para inundarnos de alegría, miedo, tristeza, ganas inaguantables de dejar salir todo el llanto acumulado y por llegar, y sonrisas de anticipación por esta nueva vida que nos buscamos y en la que podríamos recrearnos. Día raro, si. Raro hasta en su nombre, 10 del 10 del 10, casi embrujado, propio de una profecía.
Era un domingo bonito y saldríamos en la tarde, solamente cosa de almorzar e irnos al aeropuerto. Las maletas ya estaban en los autos, en plural, pues no es fácil meter tantos años de vida y 6 almas en uno solo. Además, había que darle espacio a nuestra angustia, que estaba allí, con el cinturón de seguridad bien ajustado.


No fue un domingo de almuerzo familiar de los acostumbrados, no se escuchaban muchas risas, ni música altísima. Falto mucha gente, todos los de nuestra sangre prefirieron evitarse el dolor de dejarnos ir. Pero fue un almuerzo de cualquier forma. Probablemente comimos pasticho y tomamos vino con toda seguridad, aunque en realidad no lo recuerdo. Quienes nos acompañaron ese día se ocuparon de distraernos y están en nuestros corazones para siempre.
Viajamos como en una nube con una gran sonrisa congelada en la cara para asegurarnos a nosotros mismos y a nuestros aterrados y disimulados hijos que esta era una magnifica aventura que apenas comenzaba y fingimos a todo lo largo del viaje, la bajada al aeropuerto anticipando tráfico, la multitud chequeando sus vuelos, la comida del avión, el infaltable bebe llorón, el dolor de cuello por la postura, la escala en Lima probando chocolates de Britt, vuelta al avión y la llegada finalmente a la mañana fresca y azulísima de Montevideo. No recuerdo despedidas, no recuerdo abrazos apretados. Tratamos en lo posible de darle al asunto un sabor de naturalidad y de vacaciones.
Hace poco, nuestro hijo menor nos comentó que el peor día de su vida había sido el 10/10/10, que cuando el avión despego, sintió una desazón y tristeza tan profunda como solamente se puede sentir a los 14 anos. Es bueno habernos enterado de ese sentimiento recientemente. Me hubiera roto el corazón saberlo antes.
Ahora no, porque sé que está en su pasado y como quiera que sea, solamente va a aprender de ese momento.
Y ahora no, porque lo veo feliz, tranquilo, satisfecho, con amigos y con una novia dulce que ya tiene 2 anos a su lado. Además, estudia en la Universidad de la Republica, al igual que una de sus hermanas que está por terminar su carrera, que está feliz con su pareja y que ha trabajado ya en uno de los laboratorios más importantes del país. Su otra hermana ya se recibió, (se graduó mejor dicho, no soy ajena a esta nueva lengua) y trabaja en múltiples, demasiados diría yo, proyectos en la misma Universidad y tiene amigos, pareja y una seguridad en sí misma tan grande que la hace viajar sola decenas de horas a presentar sus trabajos y atender congresos internacionales de psicología. Al igual que sus hermanos es una chica centrada, tranquila, emprendedora y razonablemente feliz. Su hermano mayor hasta se casó acá, ha hecho varios estudios interesantes de cine, guion y hasta se convirtió en sommelier; su esposa que también es venezolana, esta continuando su carrera y asi mismo se ve bien.
Es posible salir a caminar en las tardes frente a un rio que insiste en parecerse al mar, o tempranito y escandalizarse con los tonos del cielo al amanecer y el canto de las gaviotas. Es cierto que, si tienes el dinero, puedes comprar toda la comida que quieras, nacional e importada, y todo el shampoo, desodorante, azúcar o café que se te antoje.
No me quejo, encontramos lo que buscamos. Nuestros hijos tienen oportunidad de vivir, estudiar y divertirse.
No me arrepiento tampoco. Es una decisión extraordinariamente estudiada y la volveríamos a tomar.
No pienso volver, no hay nada para mi allá. Espero seguir viendo a mi familia y amigos si puedo o al menos escuchar sus voces a través de la multitud de instrumentos que hay ahora. Todo tiene un precio. El Ávila no me llama, ni me interesa ver el suelo del aeropuerto de nuevo, si alguna vez conozco Los Roques y Canaima bien, y si no, pues también. Siento que me fallo, me traiciono y no merece mis suspiros y ni siquiera mi desdén. Ya se convirtió en historia pasada. Dimos absolutamente todo lo posible, trabajo, honradez, cuidado, lealtad y nos fue traicionando una y otra vez mas, con saña y sin permitirnos guardar esperanzas. A esta altura de mi partido, no me apetece seguir en la lucha, aunque lo hare desde la barrera. Punto. Le cuento a mis hijos, si, de como era antes, a riesgo de parecer una caricature desvaída, los insto a recordar avenidas y caminos, fachadas, comercios, voces, personas, colores y sonidos y aromas. Pero se van perdiendo con el tiempo. Yo misma estoy olvidando lo que quería recordar. Y está bien así. Nadie dijo que era fácil.
Y es difícil, muy difícil. Es un tema agridulce, es como bañarse en una de nuestras playas, sabes que el sol te esta quemando pero no puedes resistirte a la frescura del agua y el masaje de las olas.
El tema de no sentirse propio de ninguna parte es descorazonador, no entender tu antigua moneda, tus canciones o personajes actuales, ni de aquí ni de allá, te deja con los pies en la arena a la orilla del agua, socavada.Montevideo
Los cielos más bellos del mundo que yo conozco están aquí, flores desconocidas, exóticas, de colores y formas atrevidas, aves muy peculiares, con un bello penachito en la cabeza y paticas largas que ponen sus huevos en la tierra en el medio del camino y luego pasan toda su vida gritando para alertarte sobre sus nidos y sus huevos, otros que son maestros en la construcciones de hornos de barro en lo alto de los postes de luz o en cualquier “Y” de ramas de árboles, ñandúes salvajes, perros que más bien parecen hienas o leopardos, loritos salvajes que llenan las plazas como si fueran palomas. Arboles de hojas blancas como nevadas, extensas rocas de cuarzo de colores en el mar, focas, leones marinos, ranas lloronas, templos masónicos, signos de alquimia, vientos huracanados, granizo, olor a leña en invierno y a jazmines en verano. Es difícil parar de contar.
No nos creen cuando les contamos que todos los muchachos han tenido dengue, mis hijas no son “blancas” y somos poseedores de un “calorcito tropical” que huele un poquito a racismo entre su inquebrantable discreción , y ahora para los míos tengo un “acento”, y los otros descubren mi foraneidad por “ese tonito”. Un presidente quizo descatolizar a Uruguay y convirtió la Semana Santa en la Semana de Turismo, la Navidad en el Dia de la Familia y el matrimonio por la Iglesia en un capricho de algunas novias.
En nuestra incansable búsqueda de sabores e ingredientes, la milanesa, (a menos que no sea la condimentada de casa) los ravioles y los zapallitos se nos presentan antipáticos y repetitivos. Como entender el celebrar un cumpleaños con lo mismo que cenaste ayer y almorzaras mañana? No tienes interés en saber cómo lo celebran en el norte de la India? Por que te parece “una bomba” desayunar con una arepa y un huevo frito, y prefieres varios bizcochitos que además de deliciosos están elaborados con “grasa vacuna”, no quiero criticarte pero por que sin conocerlo detestas a Mickey por yanqui y prefieres visitar las playas de Cuba?
Por supuesto, no es tema de “mejor que” sino de “diferente a” , pero la línea es demasiado sutil para mi absolutismo y me desespero en no querer igualar el más esplendoroso y puro cielo azul con pinos creciendo en la blanquísima arena pero con un mar gélido no disfrutable e imposible de comparar a las palmeras, higuerotes y uvaplayas en un agua disfrutable durante todo el año.
Y tú, no digas que tome el camino fácil, no digas que fui cobarde. Te imaginas la fortaleza que se requiere para decidir despertarte todos los días en una tierra que no entiendes ni acepta las semillas que te llevaste escondidas? Sabes el valor que requiere plantarte frente a desconocidos, que son absolutamente todos los que te rodean, y tratar de entenderles en sus chistes ajenos, sus palabras de distinto significado, sus tallas de ropa interior, sus formas de abrigarse, su moneda e instituciones, sus cerraduras, sus desagües, su electricidad, sus distintos horarios? De formas de celebrar, de amar, de criar hijos, de enfermarse y de curarse? Te imaginas lo duro de haber decidido renunciar a recibir en tu frente el beso de tu mama, el abrazo de tu papa, las salidas con tus amigos, el abrazo del feliz año, las visitas a tu tia favorita, las piñatas de tus sobrinos. Pensaste alguna vez que no era espantoso perderse la vida de tus amores?
No digas que ahora lo tengo todo simplemente porque puedo escoger entre varios tipos de leche, sabores de yogurt, o hasta tinte para el cabello, porque tú mismo no te has dado cuenta de que esto no es algo extraordinario sino lógico, y no te pares a mi lado a ver como disfruto una botella de vino amenazándome con retirarme de tu red social mientras me señalas con tu dedo, y hasta te parezco odioso. Yo no estoy robándole nada a nadie, y te aseguro que el precio es muy alto. Y hago lo que esta en mis manos para aliviar en lo que puedo.
Te parece muy fácil haber dedicado toda tu vida al estudio, a la excelencia, a la formación y usar tus ahorros en llegar hasta acá y vivir en una habitación, repartir panfletos, vender helados, limpiar mesas y tratar de ahorrar algo para comprarte un muy necesario abrigo y quizás una bicicleta?
Te das cuenta de que no somos aquellos de los “‘ta barato” sino que ahora somos los “wow, que caro!”
Cada uno de nosotros vive su historia un poco rara y a veces imperfecta. Yo trato de sentirme lo más feliz que pueda y sobreponerme al temor y al dolor que se siente como parte de la vida.
No me arrepiento, y si, estoy muy agradecida