en un día tan gris como este…

Inevitablemente, ya lo veia venirse, y exploto hoy en este dia tan increíblemente gris, tan húmedo que los pocos colores que quedaban del otoño, se vinieron abajo y quedaron como goticas en el suelo y las paredes de este nido en el que ahora vivimos. Odio la confrontación con la “pasajeridad” de uno, pero estos recientes dias (y temo poner “últimos dias”) me la estrellan en la cara. Todos morimos y todos estamos en la misma fila sin saber cual es nuestro numero ni posición, ni como se juega este siniestro plan. Tías queridas y sonrientes, cuasi-enfermas desde hace mucho tiempo, fallecen en  los brazos de su unico hijo, en un taxi, en la madrugada, camino al hospital. Jóvenes fuertes y amados dejan a medio camino uniones tanto tiempo deseadas y bebes que no podrán recordar el tono de su voz ni el consuelo de sus brazos al levantarlos del suelo. Hombres responsables, trabajadores y de familia a quienes el sufrimiento por una madre agonizante les hace ganar esta carrera en la que nadie quiere participar. Y así, uno a uno, nos vamos colocando en la fila, será hoy? será así? No puedo dejar de recordar las tablitas de juegos que tenían un dibujo o una frase que se debía lograr deslizando pequeños cuadrados hasta acomodarlos. Mi amor me dice que es NECESARIO aprender a celebrar las vidas de los que mueren y no su desaparición, pues de otra manera desprecias todas las sonrisas y los momentos que nos fueron brindados, por muy pocos que estos hayan sido. Pero no puedo evitar sentir este extraordinario nudo en la garganta que nubla la poca visión que me queda. Mi hermana llora ayer de terror y de alivio porque a su hijo solo lo encañonaron, mi hija que busca temas para elaborar su trabajo final de psicología, desecha inmediatamente el tema del duelo porque simplemente “no puede” lidiar con eso. Y ella tiene 30 anos menos que yo. Mi otra hija trata de convencerme sobre el cielo y el alma compartiendo una taza fresca de cafe en esta tarde que no para de llorar como yo. Mi amiga comenta mis notas sobre “una vida medio prestada” con una dulzura y un amor propio de mi epitafio y  hace recrudecer mi llanto. Cuanto dolor nos espera a la vuelta de cada minuto, pero sobre todo cuanto miedo.